jueves, 18 de diciembre de 2014

Costa Rica: El Aguinaldo de Castro y Obama



Una ola de alegría recorre las Américas y despierta esperanzas de tiempos mejores para la comprensión y la cooperación entre los pueblos del Nuevo Mundo. La reanudación de las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington merece ser festejada como un avance sustantivo en la reconstrucción del equilibrio entre las naciones de Abraham Lincoln y Antonio Maceo, prohombres que encarnaron las virtudes de la justicia, la libertad, la solidaridad y las ansias de participación democrática.

El presidente Raúl Castro y el presidente Barack Obama han desafiado poderosas élites radicales al interior de sus respectivos sistemas políticos, al adoptar la valiente decisión de replantear los términos de interrelación entre ambas sociedades vecinas. Alentados por el papa Francisco y la mediación del premier canadiense Stephen Harper, Castro y Obama acordaron superar el inexcusable distanciamiento arrastrado desde la Guerra Fría. El derribamiento de los obstáculos que separan a las dos repúblicas –el bloqueo o embargo en primer lugar– llevará tiempo y trabajo, pero la travesía ha comenzado.

La realidad cambió desde que Cuba pretendía exportar la revolución armada y Estados Unidos intentaba sitiar la Isla hasta su consunción. La Unión Soviética implosionó. Washington normalizó relaciones con la China Popular y el Vietnam por lo que su obstinación ante La Habana resultaba más insensata cada día. El pragmatismo reemplazó al ideologismo en la conducción de la política internacional. Hasta la conservadora Costa Rica, al cabo de 48 años, llegó a restablecer relaciones diplomáticas en el 2009 con la mayor de las Antillas. Latinoamérica exigió unánime que Cuba asistiera por derecho propio a la próxima Cumbre de las Américas en Panamá. Y en esa coyuntura se insertó el influjo positivo del pontífice romano.

“La suya es una voz que el mundo debe escuchar”, comentó Obama en marzo último, luego de conversar con el papa Francisco en El Vaticano. El papa escribió a Castro y a Obama instándolos a entablar el diálogo constructivo y los lazos diplomáticos. Sigilosamente, reunió en Roma a delegaciones de La Habana y Washington, junto con el cardenal cubano Jaime Ortega, pláticas que prosiguieron en Canadá. Nadie se enteró de la exitosa gestión papal antes de que los mandatarios agradecieran, casi en simultáneo, sus buenos oficios. Es el mayor éxito diplomático logrado por la Santa Sede en muchas décadas.

La razón acaba por imponerse en el complejo proceso de reestructuración de los balances entre los pueblos de las Américas, por la correlación de las fuerzas que en ellos actúan. Aunque muchos costarricenses tengan dificultad en aceptarlo, la influencia del ALBA, CARICOM y UNASUR ha sido determinante en este reacomodo. Los primeros pasos de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) constituyen factor esencial en la reconfiguración del equilibrio geopolítico. Como expresó el presidente Castro, “debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”. Y el presidente Obama dijo: “Conversaremos de frente sobre nuestras diferencias. Promoveremos nuestros valores a través del intercambio sostenido”.

Si el contexto mundial y continental evidencia cambios profundos, ciertamente el rol de Castro y de Obama debe ser valorado en todo su significado. Gracias a las peculiaridades singulares de su carácter, los gobernantes pueden influir considerablemente en los destinos de la sociedad. La oportuna gestión del papa Francisco ha cristalizado condiciones reales y voluntades dispuestas. El talento de los tres actores, junto con el premier Harper, los ha enaltecido de políticos a estadistas, en bien del porvenir de las Américas. ¿No es esto lo que enseñaba Gueorgui V. Plejánov en “El papel del individuo en la historia”?

Es temprano aún para valorar las repercusiones prácticas engendradas por la restaurada relación de Cuba y Estados Unidos en el Espacio Circuncaribe y en Sudamérica. “Todos somos americanos”, dijo en español el presidente Obama. ¿Cómo será el reacomodo de los factores en esa reorganizada ecuación política?

Costa Rica, sin embargo, ha de replantear sus objetivos de política exterior con miras a una elevación cualitativa de sus vínculos con la Isla. Desde el desembarco de Cristóbal Colón nunca fueron mejores las relaciones diplomáticas entre ambos países. ¿Disminuirán los flujos turísticos norteamericanos aquí al reabrirse el mercado de la Perla de las Antillas? ¿Cabrá en la mentalidad de Comex la exploración del mercado cubano para la producción exportable del país?  ¿Recuperará el Estado las “quintas libertades” entregadas a compañías extranjeras para restablecer vuelos directos a La Habana? En fin, las oportunidades pueden ser abundantes si los buenos propósitos se logran traducir en acciones eficaces.


Hay un motivo más de celebración en las fiestas de este venturoso Fin de Año.

Artículo: Armando Vargas Araya
Miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba
Fuente: Prensa CBSCR