“La familia Palacios es grande. Proviene de la zona del
Maule. Allá hay un pueblito que se llama Capilla Palacios. De allá vienen todos
los Palacios. Este es un pueblito que está hacia la cordillera, cerca de
Colbún, que todavía existe”. El relato es del ingeniero en alimentos Dagoberto
Palacios (55) a quien entrevistamos el domingo 6 de julio de 2014.
Él trabajó durante mucho más de una década en la industria
de alimentos Codipra, pero por razones familiares debió dejar estas tareas.
Luego de vender seguros, se estableció -a principios de este 2014- en el Persa
Bío Bío. Esta actividad lo hace relativamente feliz, porque le deja tiempo
libre y porque no tiene patrón.
El padre de Dagoberto era Fernando Palacios Herrera
–fallecido en 1998- y su abuelo por línea paterna: Manuel Palacios. Este último
era hermano del padre del general Palacios, por lo que Javier y Fernando eran
primos hermanos. Estos eran muy cercanos: “tuvieron relación toda la vida”,
asegura el ingeniero Palacios.
Este, como casi todos los Palacios, proviene de una familia
derechista. Su padre era “un acérrimo pinochetista” y él mismo lo fue cuando
adolescente. Pero todo cambió al ingresar a la Universidad Técnica del Estado
(UTE) en 1976. Ahí empezó cursando la carrera de Tecnología en Alimentos y
luego prosiguió con la ingeniería en dicha especialidad.
“En la Universidad me di cuenta de muchas cosas… compañeros
que desaparecían. No me gustaban las formas del régimen militar. Ahí me
izquierdicé, lo que me significó muchos conflictos con mi familia, hasta que mi
padre me echó de la casa porque fui al entierro del cura André Jarlan, que fue
asesinado por militares en la Población La Victoria (el 4 de septiembre de
1984). No aguantó… como él trabajaba con generales…”.
Dagoberto recuerda que a fines 1976 o a principios de 1977
su padre comenzó a trabajar en el edificio Diego Portales, que era sede de la
Junta Militar de Gobierno. Allí lo llevó el general Carlos Forestier. Dagoberto
estima que su progenitor laboró allí hasta 1981, año en que comenzó a trabajar
con el fabricante de armas Carlos Cardoen Cornejo. Forestier también se
integraría a este equipo.
La confesión
Dagoberto Palacios recuerda que cuando tenía 14 ó 15 años su
papá comenzó a llevarlo como acompañante a algunas de sus actividades. En su
círculo de amigos destacaban el entonces coronel Sergio Badiola, el general
Forestier y su primo el general Javier Palacios.
Ellos gustaban de ver partidos de fútbol en el Estadio
Nacional y, tras estos, ir a cenar. Uno de sus restoranes predilectos era uno
ubicado en calle Cuevas (Santiago Centro) que era propiedad de Omar Palacios,
hermano de Fernando.
El 18 de febrero de 1977, tras un partido entre la selección
de Chile y Flamengo (de Brasil), fueron a comer a ese restorán. Estaban los
generales Palacios, Forestier y Badiola; su Papá y él.
“Antes que trajeran la comida, mientras se servían un par de
copas de vino, alguien le preguntó a mi tío el general Palacios ‘¿qué pasó con
Allende el día del golpe en La Moneda?’. Entonces mi tío el general Palacios
nos contó que él le dio un tiro de gracia a Salvador Allende”, reveló Dagoberto
Palacios.
Expresa Dagoberto que ese comentario resultó sorpresivo:
“Los otros se miraron con cara de decir: ‘Y éste, ¿qué está diciendo?… Se está
condenando sólo’”. Dagoberto recuerda que luego llegaron los platos y la
conversación quedó hasta allí. Nadie preguntó más, ni Palacios volvió al tema.
El sobrino del general Palacios prosiguió con su relato:
“después que llegamos a casa mi padre me hizo rejurar de por vida que no iba a
contar lo que había escuchado. Me dijo: ‘esto queda guardado, porque tu tienes
que cuidar el interés de la familia’. Hay que entender que en esos tiempos
importaba mucho el apellido, la familia. Pero después yo entré a la Universidad
y me di cuenta que las cosas eran totalmente diferentes”.
Dagoberto Palacios afirma que a mucha gente le contó esto,
pero que muchos no creyeron o no pudieron hacer nada. “Pero bueno, hay cosas
que se creen y otras que no se creen”, expresó.
Suicidio imposible
El testimonio de Dagoberto Palacios no ahonda en detalles
que fijen el contexto en que se produjo la muerte de Salvador Allende. Pero es
una pieza clave del puzzle en que se ha convertido el Caso Allende, el que fue
cerrado definitivamente por la Justicia de Chile en enero de este año, luego
que la Corte Suprema ratificara la sentencia del ministro Mario Carroza (de
septiembre de 2012) quien determinó que Allende se suicidó, tras rendirse.
El fallo de la Corte Suprema contó con el voto de minoría
del ministro Hugo Dolmestch –considerado el mejor penalista del máximo
tribunal- quien en su fundamentación hizo ver que el cráneo de Allende tenía
dos disparos hechos con dos armas distintas, manifestando que ese antecedentes
hace inverosímil el suicidio.
Según resolución de la Corte Suprema –número 5778-13–, Dolmetsch
argumentó que la investigación sumarial de la causa no logró “resolver la
discordancia que surge del análisis de los informes periciales realizados”.
Explicó: “Los hallazgos descritos en el Protocolo de
Autopsia número 2449-73 establecieron la existencia de un orificio de salida en
la zona posterior de la bóveda craneana del expresidente, incompatible con la
destrucción causada por el impacto autoinferido con un fusil de guerra, lo que
refuerza la tesis de la ocurrencia de a lo menos dos impactos de bala
penetrantes en el cráneo, uno provocado presuntamente por un arma de mediana o
baja velocidad y otro de fuente distinta, pudiendo corresponder a proyectiles y
armas diferentes, circunstancia que no descarta la intervención de terceros”.
Prosiguió Dolmetsch: “Las mismas dudas surgen a partir de la
ausencia de escurrimiento sanguíneo desde la zona submentoniana, lo que no
concuerda con la hipótesis de disparo suicida en vida, y se estrella con la
existencia de mayor concentración de plomo, bario y antimonio en la zona
facial, que es compatible con un orificio de entrada de proyectil balístico
generado de corta distancia y que concuerda con el hallazgo de una lesión en la
zona orbital derecha”.
El ministro Dolmestch cerró su razonamiento expresando que
“no resulta aconsejable cerrar para siempre el proceso, desde que tal vez a
futuro bien podrían aparecer nuevos antecedentes que despejen sus actuales
dudas”.
Es altamente valioso el hecho que este ministro mencionara
el orificio de salida de bala presente en la parte posterior derecha de la
bóveda craneana del presidente Allende, que fuera descrito en la autopsia de
1973, el que claramente tuvo un origen distinto al disparo de fusil que provocó
estallido de cráneo.
Tanto o más significativo es el hecho que Dolmetsch validara
el Informe Químico N° 261 realizado, en mayo de 2011, por el perito Leonel
Liberona Tobar. Este informaba que la zona periorbitaria del ojo izquierdo de
Allende tenía claras evidencias de haber recibido un disparo.
Este herida de entrada de bala –que dadas sus
características tuvo que ser provocada con arma corta y a corta distancia- fue
revelada en el libro Allende: “Yo no me rendiré. La investigación histórica y
forense que descarta el suicidio, que coescribimos con el médico forense Luis
Ravanal.
En sus conclusiones el Informe Químico de Liberona Tobar,
señala: “En la muestra No. 3 (situada en la zona de la frente) se constató la
presencia de plomo, bario y antimonio, cuyas concentraciones son compatibles
con un orificio de entrada de proyectil balístico generado a corta distancia”.
El peritaje fue realizado el 27 de mayo de 2011, cuatro días después de que se
exhumaran los restos del mandatario socialista por orden del juez Mario
Carroza, quien instruye el caso Allende.
Como evidenciamos en el citado libro y en reportes de prensa
publicados en Proceso (México) y en El Ciudadano -en 2013- el perito Liberona
fue convocado por el director del Servicio Médico Legal (SML) Patricio Bustos a
una reunión que se celebró el 15 de julio de 2011, a la cual asistió Carroza.
Bustos –que no es médico forense- le planteó a Liberona que la muestra por él
examinada no correspondía a la zona periorbitaria del ojo izquierdo sino a una
región interna del cráneo. Esto, pese a que él mismo Liberona había recolectado
la muestra del cráneo de Allende, por lo que perfectamente sabía a que zona
correspondía. Afortunadamente Liberona degó constancia de esta reunión y anexo
su primer reporte en un nuevo informe que elaboró, todo lo cual quedó adosado
al expediente, donde fue encontrado por el Dr. Ravanal. Ni Carroza ni Bustos
han negado la existencia de este informe de Liberona, que, como vimos, fue
completamente validado por el ministro Dolmestch.
Versión coincidente
En el señalado libro dimos a conocer otro testimonio que señala
al general Palacios como autor de un tiro de gracia a Allende. El relato fue
brindado a este corresponsal por el chileno residente en Milán, Julio Araya
Toro, el 16 de agosto de 2013, mediante videoconferencia.
Araya Toro (46 años) es hijo de Jorge Araya Gómez -ya
fallecido- quien fue amigo desde la niñez del general Palacios. Ambos vivían en
el mismo sector residencial aristocrático del antiguo centro de Santiago.
Estudiaron en el colegio Padres Franceses; asistieron a la misma iglesia y
jugaron en el mismo lugar: el Parque Cousiño (ahora llamado O’Higgins). “Ya
mayores tomaron diferentes caminos. Mi padre siguió la vida civil y el general
Palacios ingresó a la Escuela Militar en 1941, pero continuaron frecuentándose
durante toda la vida”, expresó Julio Araya.
Este reveló que la historia sobre la muerte de Allende se la
contó su padre luego que, en febrero de 1992, ambos se encontraran con Palacios
en el centro de Viña del Mar: Según recordó Julio Araya, Palacios hizo tal
confesión a su padre cuando lo visitó en su casa, en la santiaguina comuna de
Maipú, en marzo de 1974.
El general le dijo que su misión “el once” era rodear con
tanques y tomar La Moneda por tierra, pues comandaba el regimiento Blindados N°
2. Le contó que ingresó a La Moneda por la puerta de la calle Morandé con
soldados de infantería en el mismo instante en que bajaban por las escaleras
quienes estaban con Allende y a los cuales éste les había pedido salir. Los
militares las empezaron a empujar hacia abajo por los peldaños mientras ellos
subían.
“El ambiente era un infierno pues La Moneda ardía por el
bombardeo y no se podía respirar por los gases lacrimógenos. En el segundo piso
Palacios fue recibido con ráfagas de metralleta de Allende y algunos de sus
hombres que estaban en el Salón Rojo. En ese momento Palacios gritó a los
miembros del GAP (escolta del presidente) que se rindieran. Allende respondió
gritando: ‘¡Soy el presidente de Chile y si te crees muy valiente ven a
buscarme, conchetumaire!’. Inmediatamente los GAP y Allende comenzaron a
disparar y una bala de Allende hirió en la mano derecha a Palacios.
“Los hombres de Palacios avanzaron disparando contra los
miembros del GAP. Éstos fueron cayendo por las balas de los militares, mientras
Palacios era asistido por Armando Fernández Larios, que le pasó su pañuelo para
detener la sangre de la mano herida.
“Entretanto seguía la balacera más adentro, pues los GAP se
fueron replegando. Dos militares, los cuales iban disparando, hirieron en el
estómago o el pecho a un civil que portaba una metralleta, un casco y una
máscara antigases. El civil se plegó y cayó al suelo. A Palacios (…) le llamó
la atención este civil. Se fijó que portaba un reloj fino. Al quitarle la
máscara antigases y el casco reconoció al presidente Allende. En ese momento
sacó su pistola de ordenanza y disparó a quemarropa en su cabeza. “Eran las
14:00 horas. Palacios y sus hombres trasladaron el cuerpo del presidente
Allende al Salón Independencia. Comenzaron entonces a preparar el montaje para
decir que el presidente Allende se había suicidado.”
Cabe señalar que al cierre de este reportaje el equipo de
abogados querellantes en el caso Allende –conformado por los abogados Roberto
Celedón y Matías Coll- preparaban la presentación de una demanda contra el
Estado de Chile por denegación de justicia en el caso Allende, la que será
presentada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).