Hay muchas
maneras de conocer a las personas, sin duda una de las más inspiradoras y
sensibles es a través de lo que expresan sus almas, desde mi ventana, percibo
el alma de mucha gente por medio de tele presencia o en ciertos casos por su
afinidad con la música.
Precisamente
en la música, conseguí la puerta de entrada de un alma por intersección de los
nocturnos del compositor y pianista Fryderyk Chopín (1810-1849).
Fryderyk
compuso en casi quince años más de veinte melodías dulces y libres en su
estructura, es decir, piezas tocadas a ratos generalmente en veladas, muy
cortas de tiempo conocidas como “nocturnos”, los mismos pertenecen a distintos
números llamados “opus”, o sea obras. Conocemos opus desde el op. 9 hasta el
póstumo op.72 de este compositor.
Hay un
nocturno que no deja de ser tan hermoso como los demás, tan especial que me
cautivó, que entrelazó mi alma, ...el opus 55, en realidad son dos, uno en fa
menor y el otro en mi bemol mayor, fueron compuestos en 1843 y los mismos
inspirados y dedicados a una señorita de nombre Jane Stirling en el año 1844.
En esta obra
nocturna, op.55, siento la emoción de percibir la sensibilidad más delicada, la
más sublime, la más enternecedora pero con arrebatos muy marcados de pasión, de
impotencia, de desesperación, con matices de claros y oscuros, con un tacto
perfecto de cada nota que acaricia recuerdos, situaciones y momentos dentro del
más puro amor.
Fryderyk
Chopín nos ha dejado un legado musical de gran transcendencia, donde nos expuso
no solo su talento sino que nos mostró sus emociones, sus esperanzas,
frustraciones, anhelos, amores y desamores brotando en cada partitura un espejo
de su alma o quizás de la mía propia.
Artículo:
Eduardo Medina Guevara
No hay comentarios:
Publicar un comentario