jueves, 15 de marzo de 2012

¿Quién tiene derecho a decidir el destino de los pueblos?



Agresión imperialista contra Siria (II)


Algunos organismos de la ONU, (no todos y menos el pleno representado por todas los naciones) se han sumado a la campaña mediática contra Siria, con el fin de conformar una opinión pública proclive a su ataque militar para, según los deseos del imperialismo encabezado por la cínica potencia de Estados Unidos, cambiar el régimen de Bashar Al Assad. Lo cual prueba que dichas dependencias internacionales están bajo el influjo de las potencias y sus intereses y no en beneficio de la gran mayoría de la comunidad internacional.

Esta artimaña, que no tiene otro objetivo que saltarse los mecanismos que las mismas potencias han creado para frenarse entre sí, como es el veto de los integrantes del Consejo de Seguridad (en el caso que nos ocupa, el de Rusia y China Continental). Veto que hasta el momento ha sido negativo a los intereses de Estados Unidos y sus secuaces europeos por hacerse del control de Siria, enclave estratégico en la región del Medio Oriente, como ya lo he afirmado en anteriores aportes, que los pondría en indefensión total ante los planes expansionistas del Imperio. De ahí que el plan es seguir machacando sobre la “masacre” del régimen de Al Assad contra su pueblo sin mencionar, por supuesto, a las bandas armadas de la “oposición” que las mismas potencias acusadoras han financiado, armado y asesorado. Bandas que no tienen nada de manifestantes pacíficos, como ha pintado la prensa internacional a esos mercenarios.

La consigna es levantar por medio de su plana informativa una masa crítica que les sea favorable, para que con esa venia moral “legitimar” un ataque que, aunque carezca de la legalidad que nunca obtendrán en el Consejo de Seguridad, permita a la OTAN agredir Siria y desbancar a su gobierno legítimo, tal como lo hicieron en Libia. 

El caso más reciente y desfachatado es el papel que ha jugado su Comisión de Derechos Humanos a través de su directora, quien sin siquiera corroborar datos, sino repitiendo los proporcionados por “los activistas de Derechos Humanos”, que no son más que ong´s financiadas por el imperialismo, como el tristemente célebre Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres y el Ejército Libre Sirio –ELS– verdaderos caballos de Troya en cuyo seno se aglutinan agentes de los cuerpos de inteligencia de las potencias y mercenarios. En la Comisión antedicha, se han atrevido a decir que van más de 7,500 víctimas del “régimen”. Ante, dicha acusación sin fundamento, el delegado del gobierno de Damasco tuvo la gallardía de levantarse de la mesa donde se propicia y estimula el descarnado asalto a su pueblo (tal como lo hicieron contra el de Libia) donde hoy reina la anarquía y el enfrentamiento entre tribus, mientras el petróleo y otros recursos otrora de sus ciudadanos, ahora pertenecen a las potencias que la despedazaron, no sin antes acusar a la comisión y su directora de plegarse a los intereses neo-colonialistas.

A esa trama se han sumado gobiernos que debieran ser prudentes al fijar postura como los de México y Colombia, que uniéndose a la articulación fascista, “se muestran preocupados por la situación en Siria”. No obstante, tener en el primero, según conteos conservadores cotejados por órganos y periodistas serios, 67,000 muertos en su haber en solo 4 años de presidencia de Felipe Calderón (16750 por año; 1396 por mes), fruto de su guerra contra el narcotráfico donde Estados Unidos juega el doble rasero de alentar las matanzas por medio de su trasiego de armas a ese territorio, vendiéndoles tanto a narcos como al gobierno; y por el otro lado, sin hacer lo suficiente para disminuir el comercio y el consumo en su propio país.
El segundo, Colombia, con poco o ningún interés de llevar a cabo un Acuerdo de Paz con la guerrilla de las FARC que disminuya el sufrimiento de su población civil, que está entre dos fuegos o que es reprimida por sospechas no sustentables. Con fuertes acusaciones en los foros internacionales de Derechos Humanos por su violación sistemática a estos y el aparecimiento de fosas comunes en su territorio donde se han descubierto los cadáveres de los opositores a sus diferentes gobiernos, en especial al recién pasado de Uribe Vélez o el bochorno de sus falsos positivos y sus escuchas telefónicas de espionaje a opositores, no es alguien solvente para señalar la paja en ojo ajeno.

¿Cómo reaccionaría México si en las Naciones Unidas, si otros países pidieran la intervención armada por parte de potencias extranjeras en su territorio, so pretexto de sus magros avances en su guerra contra el narcotráfico? ¿Por qué esa misma Comunidad Internacional que se pronuncia contra las supuestas masacres en Siria, no se pronuncia por igual contra las que sí hay en México y Colombia, que no solo son verificables sino mucho más numerosas, evidenciadas por las fosas comunes encontradas repletas de cadáveres y la cobertura periodística? ¿No será que esa guerra contra el narcotráfico, auspiciada por la potencia más hipócrita de estos tiempos, Estados Unidos, en contubernio con la rancia oligarquía mexicana les está dejando excelentes dividendos a ambos, mientras la población civil es la que pone la mayoría de los muertos?

Y, si la Comunidad Internacional, incluyendo el gobierno colombiano se preocupan por Siria, ¿porque no se preocupan por el interminable conflicto que ya rebasa más del medio siglo con su cuantiosa cauda de muertos, desaparecidos, mutilados, secuestrados y refugiados?

Si las potencias “sugieren” en los plenos que habría que armar a la oposición en Siria para que derroque a su gobierno legitimo, por que no armar a las FARC entonces. O, porque no armar a todo aquel que se oponga a sus gobiernos, incluyendo al de Estados Unidos o cualquiera de los europeos. Aquí, todos hijos o todos entenados. 

Estas perversas sugerencias pueden acarrear serias consecuencias para gobiernos democráticamente electos que en sus ligerezas acerca de terceros se olvidan que tienen techo de cristal. Que muchas veces carecen de solvencia.

La comunidad de países no deben prestarse a jugar el juego del imperialismo y sus secuaces a quienes en el fondo les importa un pito la democracia, la libertad, la vida y el bienestar de los pueblos. Lo único que les interesa es agenciarse de los recursos de las demás naciones por las buenas o las malas, con el aval o no de esa comunidad internacional. Entregarse a ello, es creer que ponerse de su lado es garantía suficiente para no ser atacados. ¡Craso error! Valdría la pena recordar en los años recientes a Manuel Antonio Noriega en Panamá y a Saddam Husein en Irak, o, al mismo Muammar Al Gaddafi que confió en los líderes de esas potencias cuando le estrecharon la mano al cerrar negocios con él.
Estados Unidos –y yo me extiendo– el Imperialismo, no tiene amigos, tiene intereses.

Los líderes con una mínima cuota de dignidad y vergüenza lo saben. Esos son los que hoy les han parado el carro a los imperialistas. Sus pueblos los respaldan, de allí su fortaleza. No obstante, el imperialismo está corriendo contra el tiempo, de ello se explica su desesperación en búsqueda de la energía con la cual colapsaría su economía y por ende su hegemonía sucumbiría.

El mundo no podrá soportar una tercera conflagración mundial, sin embargo, la locura la puede hacer posible. Es hora de unirnos decididamente contra esa demencia. Y, si los psicópatas que hoy gobiernan la nación más poderosa del mundo, militarmente hablando, se abrogan el derecho de señalar que gobierno se derroca o que líder se asesina, los ciudadanos del mundo tenemos derecho, en defensa de la vida en el planeta, a procurar para que el gobierno de Estados Unidos sea derrocado también. ¿O, no?

Articulo: Carlos Maldonado
cmaldonado@infom.org.gt
Fuente: www.barometro-internacional.org

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