Unos días de lluvias y el paisaje es
otro: reverdecido, fecundo, vivo. Contemplo la bahía –que debe ser la más
linda del mundo– y un suspiro involuntario me arranca cierto pudor, por la
cursilería: románticos y ambientalistas están al final de la cadena alimenticia
de nuestras sociedades desbocadas.
Pero el sentimiento pasa de largo y
me dejo llevar sin complejos por la belleza pasmosa de esta puesta de Sol sobre
el espejo viviente que es nuestra rada. En su contorno sorprendentemente
regular ha crecido una ciudad que pretende convivir en armonía con el
complicado ecosistema costero. La verdad es que no dependemos de ella para
sobrevivir –al menos económicamente– como ha sucedido con tantos pueblos en
distintas eras; pero la relación sentimental que une mar y tierra es muy
fuerte.
La civilización humana le debe todo a
la Naturaleza. Al principio buscaba ríos y bosques: dependía de ellos para
alimentarse, vestirse, vivir…Y aunque el proceso se ha complejizado muchísimo,
todavía es así, como todo el mundo sabe, pero pocos piensan.
A pesar del rol protagonista de la
educación ambiental a comienzos del siglo XXI, uno no se acuerda de los
árboles cuando malgasta papel, y se pueden contar con los dedos de las manos
quienes ahorran agua de manera consciente, por buscar los ejemplos más simples
y comunes.
No obstante, este no es uno de esos
artículos pesimistas e inquietantes que hoy inundan los medios de
comunicación. Es por todos conocido el peligro mortal en que la mala conducta
de nuestra especie nos ha colocado, y no creo que más reproches vayan a
resolver algún problema.
Al menos en palabras, la mayoría de
los Estados del mundo se preocupan por esa situación. Con creciente
frecuencia, especialistas y mandatarios de todas las latitudes se reúnen en
busca de análisis, remedios, compromisos y favores de la opinión pública
internacional.
Habría que castigar a unos cuantos por
mentirosos, por quedarse en la promesa y la crítica de los vecinos que siempre
son “más derrochadores”, y por engañarnos con cruzadas modernas que resuelven
muy poco, porque no cuestionan los cimientos del asunto, sino algunas de sus
manifestaciones.
El acuerdo de reducir la emisión de
gases de efecto invernadero, por ejemplo, es una especie de solución parche:
algo así como podar un espécimen gigantesco de marabú, cuyas raíces están
ancladas en lo más profundo de nuestra naturaleza, en la forma de desarrollo
impuesta por algunos congéneres. Vivimos en un Planeta consumista por
definición y por imposición, donde el presente casi se escapa y el futuro no
existe: así, poético, con alarmante esencia literal.
Entonces se reparten las culpas y
nadie repara en que nuestro Medio Ambiente es como un manantial. Si uno lo
piensa, maravilla el potencial de regeneración que tienen los recursos que de
verdad necesitamos para vivir, la capacidad de adaptación de las especies a su
medio, la posibilidad demostrada por grupos minoritarios de coexistir en
armonía con la casa grande; por no mencionar la suerte aún inexplicable de
estar en este Universo sin límites espaciales.
Y después de tan abrumadoras
conclusiones, uno tiene todos los deseos del mundo de colaborar, de aportar
su granito, porque en nuestro caso es apenas eso. En algunos florecerá la
conciencia ambientalista perdurable, digna de ser compartida y celebrada por
muchos, pero es muy difícil ir más allá, y uno se siente pequeño y fugaz como
un neutrino.
No podemos cambiar el accionar de los
gobiernos, menos si son poderosos, ni detener la autodestrucción en que otros
–indefinidos así– nos han embarcado a todos. Por hoy, olvidemos las
predicciones fatalistas, las reprimendas, los cálculos siempre desventajosos.
Alrededor hay mucha belleza por admirar.
Cuidar el pedacito de Tierra que nos
corresponde es urgente, pero nadie lo hará de corazón sin valorar a conciencia
el tesoro que posee, ese que es de todos, pero también de cada quien, como una
simple puesta de Sol, o el contacto trivial y a la vez mágico con otro ser
vivo.
Artículo: Idalmis León Solar
Foto: Red centros culturales sustentables
Fuente: Girón
Periódico de la Provincia de Matanzas
No hay comentarios:
Publicar un comentario