Definitivamente
don René Castro tiene algún encanto escondido, porque es el único ministro de
este gobierno al que ni echan ni se va. ¿Cuál será su secreto?
Porque es
increíble que habiendo renunciado la mayor parte del gabinete de doña Laura
Chinchilla por errores de bulto, el ministro de marras, con toda su colección
de horrores a cuestas, aún se mantenga en su puesto sin que se le despeine un
solo pelo del bigote.
De ahí que las
versiones que actualmente pululan para tratar de esclarecer el misterio sean
tan variadas como curiosas. Para unos sencillamente él es un fresco; para
otros, el más galán del gabinete y por lo tanto todo se le perdona; para los
más “rajados”, un supuesto bon vivant “tetadependiente” del Estado, o sea, un
burócrata de tomo y lomo; para no pocos, creerse la última chupada de mango, y
para el resto, su posible relación especial de amistad con alguien muy
influyente en el poder.
Tras su primera
atrocidad ante el torpe manejo del dragado del San Juan y la consiguiente
invasión nica a Calero, la presidenta Chinchilla le tendió al entonces
canciller Castro un puente de plata para que mejor asumiera como ministro de
Ambiente y Energía de modo que siguiera formando parte de la farándula
gubernamental.
No bien había
calentado la silla del nuevo ministerio, se le cuestionó por el imprudente y
descuidado manejo del escenario ecológico durante la apertura de la trocha
fronteriza donde fue evidente la devastación de buena parte de nuestra riqueza
y belleza ambientales de la región.
Sin embargo, pese
a las quejas, protestas e indignación del santo pueblo contra la nueva
barbaridad, el ministro salió otra vez airoso y tan campante como Johnny Walker
gracias a esa gracia escondida que debe tener y que lo salva siempre de ser
enviado al destierro público a purgar sus penas.
Ni hablemos de su
histórico apoyo, también como ministro de Ambiente y Energía, a los proyectos
de minería abierta que agreden de manera flagrante nuestra sacrosanta
naturaleza y equilibrio ambiental en beneficio de compañías extranjeras y de
quién sabe qué otras rémoras del bien público.
Por si fuera
poco, ante su evidente apoyo desde el principio a una refinería china
severamente cuestionada por el tremendo daño ético, moral y económico que le
inflige a Costa Rica también en beneficio de unos cuantos, y que la Contraloría General
de la República
se trajo abajo el jueves pasado tras corroborar sus implicaciones, lejos de
renunciar, como sí lo hizo el presidente de Recope, el señor Castro volvió a
sentarse en la galleta y dijo que él no lo haría.
En esta ocasión
alega otra vez estar limpio de pecado porque como el proyecto se presentó desde
antes de asumir el ministerio, a él no lo alcanzan los cuestionamientos del
ente contralor, aunque bien sabemos todos que las fallas y sospechas que
recaían en la contratación y trámite de la refinería, al menos las básicas,
eran del dominio público.
Ante tal grado de
incompetencia para ejercer el ministerio y ante su recurrente burla a todos,
uno podría esperar de parte de don René una actitud si no objetiva al menos
consecuente, cortés y respetuosa hacia la presidenta Chinchilla que le confió
el cargo, o en última instancia hacia el país que sufre las consecuencias de su
lamentable gestión.
Por eso, en este
momento todos estamos a la expectativa de lo que decida esta vez su Hada
Laurina. ¿Lo echará por fin para que, como sería lo justo, pague con su cabeza
tanta ligereza y se una al club de los ex de este gobierno, élite presidencial
incluida?
Ya desde hace
tiempo la opinión pública le hizo la cruz a este señor a través de los sondeos,
las redes sociales y el escrutinio público todo. Ahora solo falta que doña
Laura haga lo propio y en vez de tenderle otro puente de plata, le atraviese la
platina y se acabe el asunto.
Don René ¿por qué
no te vas?
Artículo: Edgar Espinoza
Fuente: crhoy.com
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