Es importante recordar que la imposición del proyecto
neoliberal no es el resultado de algunas ocurrencias de última hora o la
conjura de unas mentes malévolas deseosas de liquidar las conquistas sociales y
económicas de muchos pueblos a lo largo y ancho del continente.
El neoliberalismo es el resultado de las leyes objetivas que
rigen el desarrollo del sistema capitalista central y aparece en el momento en
que confluyen, en un punto nodular de la historia moderna, esos elementos a que
hemos hecho referencia antes: la derrota del llamado socialismo real junto a la
desintegración de la Unión Soviética; la emergencia de una nueva revolución
científica y tecnológica y en primer lugar la revolución informática; la
aparición de las corporaciones transnacionales y la conformación del mundo
unipolar.
Es así como el mundo capitalista desarrollado prescinde de
lo que podríamos llamar “un control externo” del Tercer Mundo y pasa a la
ofensiva, al control directo de las economías nacionales, del mercado interno
incluida la producción alimentaria, las bellezas naturales y sobre todo, a la
apropiación de las empresas públicas locales: ferrocarriles, siderúrgicas,
astilleros, puertos y aeropuertos, empresas eléctricas, el gran comercio local
junto al comercio internacional y claro, la intermediación financiera.
En dos palabras, como ocurrió en Grecia con el pretexto de
la modernización, vienen por todo. Su voluntad irrenunciable es convertirnos en
meros consumidores de productos manufacturados y convertirse ellos, en los
usufructuarios de la inteligencia de los profesionales, técnicos y científicos
que producen nuestros pueblos. Las leyes de la economía son mil veces más
implacables que las leyes codificadas. Como escribimos hace muchos años a
propósito de los PAEs, las promesas de los políticos nunca se cumplen, pero las
que los gobiernos le hacen al FMI y al Banco Mundial, se cumplen o se cumplen.
Toda la actividad económica fundamental se convierte, con la
globalización neoliberal, en objetivo
inmediato del capital transnacional. Así se inicia una forma novedosa de
resistencia social. Esta nueva resistencia, hace necesaria también, una forma
novedosa de unidad de fuerzas. Lo repetimos. La tarea de hoy es defender la
Patria. Pero unidos.
Los planes expansivos de las corporaciones hacían
indispensable la conformación de una alianza política y económica con tres
fuerzas internas: 1- Los sectores y las
clases sociales más ricas y políticamente mejor ubicadas 2- Los partidos políticos
más destacados y numerosos y 3- Los principales medios de comunicación. Los
ricos locales, naturalmente, obtendrían
su cuota de los correspondientes dividendos económicos que resultaban de esa
alianza. Con los partidos y los medios, se hacían dueños de la conciencia de
los ciudadanos. Si tienen en sus manos el poder económico y político y además
controlan nuestras mentes, tienen asegurado todo el poder.
En Costa Rica, un pequeño batallón de negociadores,
sirvientes y vendedores, ubicado en el COMEX y cuya composición se
mantiene, se encargó de los detalles
“técnicos” de esa tarea. Y claro, el entreguismo no puede ser presentado jamás
como el acto indigno e infame que es, sino como un acto visionario y hasta
progresista. Es así como para algunos politiqueros de espíritu rapaz, “pensar en
grande” o “incorporarnos sin complejos a la economía mundial”, como se dijo
insistentemente con el TLC, es abrirles las puertas, sin condiciones, a las
fuerzas corporativas y financieras de la globalización actual y permitirles que
hagan de nuestra Patria, de nuestro invaluable patrimonio humano y material, lo
que les venga en gana.
Quizás por eso pienso, sin aferrarme a conclusiones
definitivas, que es mejor iniciar nuestra propuesta de unidad de fuerzas, alrededor de tareas concretas, de objetivos
concretos, traducidas en un programa sencillo, sin grandes complicaciones
retóricas y sin llevar las cosas hasta los planteamientos generales y
abstractos. Esto facilita su difusión y explicación.
Esto no significa que dejemos de lado las discusiones de
naturaleza ideológica o filosófica; pido simplemente que no las convirtamos en
el centro de nuestros debates y preocupaciones inmediatas ¿Qué habría sido de
la lucha contra el TLC si hubiéramos caído en la trampa de un debate nacional
sobre los conceptos de “dominación
externa”, “imperialismo”, “extracción internacional de plusvalía” etc? ¿A dónde
habría ido a parar ese ejemplo maravilloso de unidad de fuerzas patrióticas y
progresistas si se hubiera convertido en una batalla de izquierdas o derechas
en vez de ser, como ocurrió, una intensa discusión entre las fuerzas
patrióticas y aquellas que se proponían arrodillar al empresariado nacional,
subordinar a los campesinos y agricultores, estrujar al pueblo y liquidar las
reformas sociales?
Olvidamos demasiado pronto; pero juntos convertimos la lucha
del TLC, en una maravillosa escuela de formación cívica y Costa Rica entera fue
un aula en la que expusimos poderosas razones en defensa de la Patria.
Desgraciadamente fallamos en aspectos medulares que ya examinamos en el pequeño
librito-ensayo que circula por allí y que titulamos “La Derrota del
Neoliberalismo”.
Existen temas de naturaleza ideológica que los pueblos sólo
resuelven en la práctica, enfrentados a luchas concretas. Por eso mismo es
urgente una discusión en las filas de quienes exponemos distintas variantes del
pensamiento social costarricense. Pero debemos reaprender a discutir, incluso
con dureza, pero dejando de lado el sectarismo y la intolerancia de nuevo cuño.
¡No tenemos medios! dirán algunos. Pero no se trata de
tenerlos sino de utilizar los que existen y discutir más, escribir más, leer
más, estudiar más. Somos los luchadores sociales de nuestro tiempo, quienes
estamos obligados a convertir en una herramienta de trabajo y de lucha, eso que
denominamos la libertad de opinión.
Preguntamos. Aun con todo su poderío y mediando nuestros
propios errores y excesos ¿Ganamos o no la batalla política, intelectual,
espiritual y cívica durante el TLC? La libertad de opinión implica organizar
ese debate entre todas las fuerzas capaces de dar un aporte a la elaboración de
ese Programa Mínimo de que hablamos. Nosotros propondremos uno. Pero no
deseamos una discusión interminable. Esta serie de reflexiones que dedicamos al
tema de la unidad, se propone facilitarla, no complicarla.
Y como hablamos de libertad de opinión, les propongo
defender activamente, a ese notable periódico integralmente dedicado al
pensamiento crítico: el Semanario “Universidad”.
Continuaremos.
Artículo: Álvaro Montero Mejía
Fuente: CBSCR
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